Título: La tumba de Richard
Autor: Miguel Ángel Sánchez Quispe
Categoría: 4to-5to de secundaria
Colegio: Salesiano de la UNPRG de Lambayeque
Dato de contacto: mikisin3@hotmail.com
La tumba de Richard
Ella aún está allí y ya ha anochecido. La pequeña mariposa seca que dejó encima de su lapida aún se encuentra. Le impresiona esto. Y una lagrima de pronto suya entonces, le brota al viento de ese momento: “Richard, Richard”.
Era niña entonces y en la ciudad ya no se vendían casi los robots modelo 1-51; puesto que al ser casi como cosas y obedecer a ciegas todo, se lo usaba para todo uso, hasta delincuencial, lo que se vendía ahora y bastante eran los de la serie x-15; que tenían, al menos, algo de discernimiento y con reglas muy, pero muy definidas:
-Un robot no puede herir a un ser humano.
-Un robot no debe obedecer a los seres humanos.
-Un robot no puede faltar a las anteriores reglas.
Por supuesto que aun incluso ya había en el mundo otra clase de robot en venta, pero eran todavía demasiado costosas/ Eran los A-19; prácticamente androides humanos, en todas sus iguales características, lo único que los diferenciaba es que parecían como plastificados y eran muy, muy fuertes.
Esta clase de robots, prácticamente eran sirvientes supervisores; podían intervenir en algún pleito y también de inmediato llamar a la policía, que en ese tiempo que era entonces, de 2053, se llamaba Fuerza Luz. Pues todas estas clases de robots había, aunque los primeros casi ya prácticamente se habían extinguido; los segundos eran los que aun se usaba en la ciudad, pero tenía que desaparecer, pues el Alcalde Mayor de la ciudad había ordenado la imposición de solo A-19 en la metrópoli, pues eran los más aptos y de ese modo se evitarían muchos incidentes.
Pero la mujer que ahí llora en frente de esa lápida, siendo ya de noche, no se iba. Aún recuerda el momento de la verdad cuando le preguntaron a Richard “¿Mataste o no, al señor Garren?”, a lo que él, por ser de materia, no podía mentir. “Sí, lo hice”, y se dio el fallo.
La mujer, allí que está, aun lo recuerda y la luz de la Luna, por fin, la cae a la cara y se ve que todavía sigue llorando y no se retira.
Un día cuando era niña, su papá le compró un robot a ella que puso como nombre Richard. Richard era travieso, juguetón como un niño; lo habían programado para eso, pues la señora de la casa quería alguien que le ayude a ciudar a Shesira, y por eso fue programado precisamente para ser parte de la vida de la niña.
Así fue pasando el tiempo y la nunca llegó a cumplir los ocho, los padres que se amaron tanto antes, de pronto, se separaron, y solo la madre se quedó con la hija y con Richard, a quien conservó. Tuvo entonces después de ella muchos compromisos, pues aun era joven, pero ninguno creo le fue más cautivante que el que parecía ver en Garren, que era ingeniero y director de la cúpula de acero y vidrio con que en ese tiempo se estaba encerrando a la ciudad, para evitar la contaminación y los virus.
Pues Garren fue amable con ella y se casaron y así llegó a tener diez años Shesira, siempre al lado de Richard que la cuidaba. Pero de pronto Garren le empezó a tener cierta rareza al robot, que le ordenaba hacer cosas que antes no había hecho, y como él, pues no podía desobedecer a ningún humano-era norma- descuidaba hasta dejaba sola a su pequeña Shesira, a quien solía ver prácticamente en las noches ya, porque Garren, el padrastro, le ocupaba en otras cosas, mientras era él quien se ocupaba de ella.
Así sucedieron los hechos.
Y una hoja de pronto de nogal le cae a la mujer que espera frente a esa lápida y le recuerda no se qué cosa que la hace insultar y maldecir al viento: “Maldito, maldito”.
Una noche mientras Richard volvía de su faena de reparar contenedores, que no era de él su especialidad, llegó a la casa muy temprano, pues había acabado y vio pues, cuando llegó, discutir a la señora con el señor, llegando este último a los golpes, hiriéndole a ella y hasta sangrándole. Y la voz de auxilio de la mujer y la del hombre “que no se meta”, Richard no sabía qué hacer, no se movía. Sus reacciones no sabían a dónde dirigirse y por último su gran cuerpo algo tosco, por su duda, empezó a temblar. Él era de mediana estatura, claro, y con apariencia de persona, pero todo gris, todo de metal, pero forrado como por un gran marroquí, igualmente gris; y se acercó…
Detuvo al hombre con su solo breve braco y lo lanzó a quince metros contra la pared, con gran fuerza brutal que casi lo desmaya a Garren.
La mujer espantada, le dio las gracias, pero huyó de inmediato, porque sabe que su esposo dirá esto a las autoridades, que fue orden de ella y no de la circunstancia y quizás la encierren y hasta la quiten a su hija, la custodia.
Por eso huyó y le dice a Richard: “Cuida de mi hija, no la descuides, dile que volveré. Tengo un familiar que es abogado en el norte, voy a verlo y traerlo, sólo espérenme y cuida a Shesira”.
El robot asintió y le dio una palmadita en su espalda para que se tranquilizara. No se lleva a Shesira porque de llevarla para la justicia habría sido prófuga, la dejó simplemente, hasta poder llegar con ayuda.
Una lágrima más de la mujer cerca de la tumba, le dice al viento de esa noche tan diáfana que conserve la luz de otoño que ya casi se extingue y que se oculte de nuevo la luna tan bella pues ella sola y es sombra; y sigue llorando…
Una noche que Richard volvía de su ahora ya casi eterna estancia de trabajo, en una reparación de cercas y hojas de platino, llegó a la casa fuera de la hora, advertida por Garren para que volviera porque se molestaba y era porque se había ido la electricidad en el lugar y se necesitaba de su voz para volverla a activar, por lo que volvió. ¡Pero para qué vino! El control de su razón volvió a trastabillar y no supo cómo reaccionar y se quedó perplejo. Había visto al hombre hacer con Shesira lo que se supone debía de hacer solo con su esposa y en la intimidad. Esto llegó a retumbar sus transistores y al recuerdo de la señora de proteger siempre a Shesira, él optó por esto último, lanzando al señor Garren contra la pared con mucha fuerza y llevándose a la niña a su habitación.
Pero el enfermo en vez de dejar que todo se calmara, cogió una vara de acero que por allí había y golpeó con él a Richard que tuvo que defenderse, entonces sacó su ama de protones Garren y amenazó a la niña con él para que impidiera él llevarla, pues pretendió eso. Entonces Richard, no pudiendo soportar más y ante la posibilidad de que se llevaran a su niña, razón por la cual fue adquirido y programado, no tuvo más remedio que, aunque sea, exponer el pecho ante esa arma, peor alcanzarían a Garren, a quien apenas agarró, le cercenó el cuello con un muy hábil trueque de manos, que lo mató, aunque Richard también estaba herido.
El arma de protones que le cayó en el pecho prácticamente le había dejado un forado precisamente en esa pare y ya no pudo moverse; sólo pudo ver que agente venían a la casa y que se propagó una oscuridad mientras le decían: “Richard, Richard”.
Una estrella brillaba en el cielo y una garza de esas que raras veces se ve, ahora la mujer observa surcar por el aire y aún no se piensa marchar…
-¿Mataste a este hombre? Te volvemos a preguntar, ¿mataste a este hombre?- Richard ya estaba ante el tribunal y lo habían reparado por completo; como no podía mentir y como de igual modo, de alguna forma, se quedarían con su chip matriz que le da vida: “Sí”, respondió.
Y fue condenado allí mismo a ser desmantelado y después fundido en la fábrica de metales del Estado, con que antes de eso debería quitarse la fuerza vital que lo hacía moverse y aún equilibrarse. Solo así quedaría expuesto su chip matriz, con un shock sobrenaturalmente fulminante, algo parecido a la silla eléctrica, pero mucho, mucho más intenso.
Richard fue asesinado allí mismo, es verdad, ante Shesira que lloraba y ante su propia madre que ya había llegado, con un familiar, peor antes de darse por terminado el asunto, no había dicho nada aún Shesira de esto, por no caldear más las cosas y porque creía que no le tomarían en cuenta. De la cabeza de Richard donde está su chip primigenio expusieron una imágenes, sus recuerdos, que pudieron ver todos y comprobó que el robot X015, llamado Richard, de la fabricación B/2, de la serie 55-8, era inocente, totalmente inocente, pero que era ya tarde y todos allí se lamentaron de lo sucedido.
-Garren vejando a Shesira: eso se vería en las imágenes del chip del robot y todos salieron de la sala y nadie dijo nada y sólo se escuchó un insoportable pero insoportable silencio ensordecedor.
Antes de salir del lugar Shesira encontró una mariposa viva en el asiento desde donde vio cómo mataron y también lloró por Richard y lo conservó en sus manos y lo colocó en la lápida donde su madre dispuso al Richard amigo y ahora después de treinta años lo vuelve a ver…
Como os dije, ella se sorprende aún con la mariposa de esa vez que dejó, y no sabe que el alma de Richard, pues hasta las cosas tienen alma, jamás la olvida y siempre la cuida y siempre está para servirla. Por eso llora ahora ya la señora Shesira, y ve a la Luna por última vez antes de irse, y mientras se retira ya de nuevo a su mansión de Cúpula City, la mariposa esa que dejó allí y la volvió a ver en su espalda, voló, y voló hasta la luna llena que ahora alumbraba e invitaba a Richard ahora a jugar, porque ahora él sirve allá a los hijos de la Luna….
Descansa en paz.