Título: Libertad para un pedazo de metal
Autor: Nicole Morán Sullón
Categoría: 1ro-3ro de secundaria
Colegio: C.E.N.E. Señor de la Misericordia
Libertad para un pedazo de metal
Esta es mi historia, mi vida, o simplemente parte de este pedazo de tornillos y metal que consiguió su libertad.
Soy Annie un robot de la serie LIBRAX del doctor Alberto Sáenz, fui creada el 18 de Febrero de 1993; yo era un robot como cualquiera; que solo servía para acatar órdenes, incluso de personas que no eran mi dueño, pero cierta tarde de Abril del año 1995 caminé rumbo a la ferretería por unos tornillos, pero raramente comenzó a llover, caí en un charco y mi circuito sufrió graves daños, al igual que mi base de datos.
Cuando desperté, al primero que vi fue a mi amo e inmediatamente me dio una orden, yo la acaté, pero comencé a preguntarme algo que nunca había pensado. ¿Cómo el hombre teniendo todas las facultades y facilidades que tienen no es capaz de hacer algo tan práctico por sí mismo? Pero esta pregunta me llevó a mas dudas, como por ejemplo el que nosotros los robots, ¿qué significamos para los humanos?
Sí, el daño que causó el agua había cambiado en mí caso todo y me había dado la capacidad de valerme por mi mismo para ampliar mis conocimientos. Fue ahí cuando me di cuenta de que los humanos tenían miedo de que los robots sufrieran daños como lo que me ocurrió, quizás por ello no nos permitían realizar trabajos que impliquen el uso del agua como por ejemplo: lavar ropa, lavar platos, regar el jardín, limpiar el auto. “Barre la casa”, “ordena la ropa”, “mueve aquel mueble”, “sacude los cojines”; eran los órdenes más comunes.
-¿Te encuentras bien?- preguntó mi amo muy intrigado.
-Sí señor- contesté fríamente nunca había hecho algo así- Soy una máquina completamente resistente, pero, ¿por qué piensa usted lo contrario?
-Desde que caíste en aquel charco haz comenzado a actuar de una manera muy extraña.
-Yo sigo siendo lo mismo de antes señor, si me permite me retiro a continuar con mis actividades.
Salí de aquel lugar y me dirigí al patio, me senté y luego de darle vueltas al asunto fui donde mi amo y le hice las preguntas que me habían hecho cambiar.
-Señor, señor- dije algo inquietada- puedo hablar con usted- creo que estaba a punto de salir a pasear.
-Claro, toma asiento.
-Gracias- me senté y lo miré fijamente- Señor, ¿por qué fui creada?
Mi amo se quedó callado y algo asustado, al parecer no tenía una respuesta, así que proseguí y le pregunté ¿por qué lo humanos no realizan sus tareas básicas por si solos? Lo pensó bien y me dijo:”Ustedes son hechos para ayudarnos en ellos y para facilitar un poco los trabajos de las personas que viven ocupadas”, y fue en ese instante que cambió todo para él, pues le hice una pregunta que jamás olvidaría.
-Si pueden realizar actividades más complejas que impliquen conocimiento y tiempo, ¿por qué no pueden hacer actividades simples como las que los robots hacemos?
Guardó silencio y se retiró, vi tan solo que se dirigía a si laboratorio, entonces, sin pensar en algo bueno, comencé a temer lo peor que me podía hacer un ser humano, algo cruel y algo que todos los robots temían “la reprogramación”, y creí que sólo sería para que no le haga más preguntas. En ese momento, cruzó otra idea por mi mente, una que me salvaría, para poder lograr el escape perfecto. Decidí irme de aquel hogar cuando aquel ser vivo que me tenía en su poder, como la custodia de un hijo, se encontrara descansando y no hubiera nada que arruinara mi plan.
Cayó la noche y todas las luces se apagaron, la casa estaba oscura, me sentí rara, bueno, era una de mis primeras emociones, “la tristeza”, por no haber disfrutado bien y en grande de mi amo, por un momento creí que había hecho mal en hacerle esas preguntas, pero me dije: “No soy una caja de madera, los humanos nos tratan como cajas de madera que usan para guardar sus problemas, cajas que sólo ellos pueden abrir”. Salí de aquel lugar donde había pasado un buen tiempo, y comencé a caminar. Caminé y caminé sin rumbo hasta que llegué a un bosque.
Después de tanto andas me senté por un momento en una banca, de pronto vi llegar a una paloma con una flor marchita en el pico, eso me hizo recordar a mi amo y me relacioné con esa flor, pues se había marchitado porque fue arrancada del lugar a donde pertenecía, pero continué mi camino para no sentir más nostalgia.
Mientras caminaba meditaba sobre todo lo que me había ocurrido en tan poco tiempo, creí que debía regresar antes del amanecer, pero otra idea me contradijo, como si mi conciencia me dijera que lo más seguro era irme, pero al parecer no era así, pues tenía muchas ganas de volver a mi hogar, junto a mi primera y única “vida”.
De la nada apareció un mendigo, era un anciano muy sabio, pues se encontraba meditando, así que decidí contarle lo que me había sucedido y pedirle algún consejo, y él me dijo: “Yo como anciano he vivido muchas experiencias, así que te recomiendo que vuelvas con tu amo”. Lo escuché, pero además me dijo algo que siempre tendría presente y que me acompañaría toda mi vida: “La tecnología es un beneficio, el hombre no debe de refugiarse en ella, la tecnología no tiene vida, pero toma vida con lo que hace en nuestras vida, tú eres parte de la tecnología que ha tomado vida”, ese pensamiento me llenó de ilusión.
-Oh señor, gracias por el buen consejo, tomé un trozo de este pan- el sabio anciano lo tomó y sonrió, y fue ahí cuando me di cuenta de que valía mucho- pero una sola pregunta más, ¿qué significamos para los seres humanos?
-Ustedes son una fuente principal para los humanos, son parte de su energía, son materia al igual que todos, pero guardan algo especial para mostrar.
Agaché la mirada, y cuando volví para continuar charlando con aquel sabio anciadno, ya no había nada, tan solo una nota que decía “SÉ FELIZ”.
Continué con mi camino y empecé a reflexionar sobre todo lo que había aprendido de aquel mendigo y sobre todo lo vivido con mi dueño. Me di cuenta de que mi amo vivía solo conmigo y la mascota, por lo tanto necesitaba ayuda y compañía. Mi dueño era bueno conmigo, para él yo no era un sirviente, sino su mano derecha.
Decidí retornar a la casa y continuar con las labores que hacía diariamente, creo que la falla que tuve alteró mi base de datos hasta el punto de querer tener un propio poder.
Por el camino iba muy feliz, sabía que estaba haciendo lo correcto, pensé en contar a mi amo todo lo sucedido y pedirle disculpas, pero al ver la panadería decidí ir por el pan para el desayuno y mientras retornaba a casa me di cuenta que si contaba todo lo que sucedió a mi dueño él no volvería a confiar en mi como antes. Era temprano así que caminé despacio.
Llegué a casa, abrí la puerta en silencio, peor al pasar mi amos estaba sentado en el sof’a, tomando una taza de café, me preguntó por qué había salido tan temprano a comprar le pan y le dije que quería ahorrar tiempo.
-Toma- dijo mi amor entregándome un papel- es tu libertad- agregó.
-No necesito un papel para saber que soy libre, siempre lo he sido, usted es muy bueno conmigo y nunca me ha obligado a hacer algo que no quiera.
-Gracias por la confianza y espero que te sientas como nosotros los humanos, porque eres un “ser” con uso de razón.
Me retiré de la sala y comencé a sentirme como un ser igual a los demás. Ahora sé que la idea de la libertad a veces nos puede atrapar y hacer que buscando esa libertad encontremos la infelicidad.
Debemos darnos cuenta de que siempre hemos sido seres libres, desde que nacemos lo somos. Para tomar una decisión como lavar, correr, saltar o incluso hablar, somos libres de hacerlo. No nos debemos sentir como Annie. “La libertad se puede perder cuando se busca la seguridad de uno mismo”.