Título: De cómo un robot inundó mi corazón
Autor: Patricia Karen Illacanchi Guerra
Categoría: 1ro- 3ro de secundaria
Colegio: Señor de la misericordia
De cómo un robot inundó mi corazón
Todo presente no es más que un pasado. A lo largo del tiempo las cosas habían cambiado demasiado, habían dado un giro abismal y no eran más que el resultado de todo el inconformismo y búsqueda de la perfección que habían surgido en el hombre.
El uso de la tecnología había logrado suplantar todo esfuerzo físico que realizamos.
Mis padres habían puesto a mi disposición una pequeña robot, era muy práctica, hacía todo lo que quería que hiciese, y es que en esos momentos todos creíamos que los robots y el resto de la tecnología habían surgido para eso: facilitarnos la vida y disminuir la fatiga; porque todos sabíamos que solo hacían la aplicación de lo cognitivo y no de lo afectivo en su vida diaria.
Por qué se creía esto, ¿acaso los robots no habían sido hechos a semejanza nuestra como nosotros a Dios?
Había vivido tanto que estaba muy decidido a cambiar esa idea que expresaba nuestra inferioridad mental.
Yo demostraré que todo eso no era más que una farsa, algo que las personas estábamos obstinados en creer.
Era día lunes e iba caminando tranquilamente al colegio junto a Eva (era así como se llama mi robot). Ella sostenía mi mochila. Traté de acelerar el paso para no encontrarme con Paula, quien era mi peor enemiga; en algún momento fuimos mejores amigas pero todo eso había terminado cuando yo decidí que no sería más cómplice y participe de sus errores.
No entiendo porque habíamos sido amigas, cualquiera que nos veía decía que éramos totalmente iguales. A mí me molestaba esa comparación igual que a ella.
Yo vivía en las nubes, tenía muchas comodidades, sentía que era la persona más perfecta. Esa perfección que estaba dentro de mi imperfección. Yo sabía que era una persona muy inmadura, soberbia y arrogante.
No estaba dispuesta a pedirle ayuda a nadie, ni siquiera era capaz de pedir perdón aún sabiendo que yo tenía la culpa.
Paula no era más que una chica petulante, tenía catorce años, de pelo castaño, petulante, vanidosa. Odiaba sus ojos claros, llenos de dulzura y su baja estatura.
Disfrutaba al hablar con ella y mirarla hacia abajo.
Ella era una persona incapaz de perdonar los errores que cometíamos a diario las personas equívocas como yo. No más, lo había decidido, o mejor era buscarse amigas que si me apreciaran como soy y no estuvieran pendientes de los cambios que hay en mí.
Como siempre el día lunes era empiezo de una nueva semana, una nueva semana enfrentando a los ataques de Paula, pero felizmente tenía a Eva, mi compañera fiel de todos mis desmanes.
Cuando llegamos a clase encontramos a todos los grupos de la escuela entrando a sus salones.
Pasaba por uno de los pasadizos del colegio cuando sentí un pie atrás mío. Caí sobre un muro que tenía pintura fresca.
Eva quizo detener mi caída pero fue imposible.
En ese momento sentía las ganas de vengarme de Paula porque ya sabía que nadie más hubiera sido capaz de hacerme esto.
Me sentía tan importante, no podía hacer nada para vengarme de todo lo que me había hecho.
Estaba tan llena de furia que perdí la conciencia del tiempo, sólo quería tener a Paula enfrente, decirle todos sus defectos. Yo sabía que eso le habría dolido mucho más de lo que a mí me dolía haber sido burlada por ella.
Que hubiera sido de mi si no tenía a Eva, era el reemplazo perfecto de los padres que no se preocupaban por el bienestar de sus hijos, que reemplazaban las dulces y hermosas horas con sus hijos por las agotadoras y productivas horas de trabajo.
Eva limpió mi uniforme y lo secó al instante, nos dirigimos a clase, todos los alumnos estaban en silencio.
Aquel silencio que hería mi orgullo significaba que nuestra profesora había llegado.
Yenny; nuestra profesora, me regañó por mi retraso, tuve ganas de contarle todo lo sucedido, pero sabía que Yenny no me creía, todos tenían la imagen de Paula distorsionada, creían que era ella aquella niña educada, responsable, sobresaliente, perfecta.
Era en vano, lo único que hubiera logrado es comportarme como una persona inmadura que necesitaba de la defensa de alguien.
Yenny tuvo la amabilidad de informarme que llamaría a la casa de mi madre por la tarde para informar sobre mi tardanza.
Sabía que ellos explotarían de furia por eso.
Eva y yo entramos al salón de clase, nos sentamos y en ese momento ignoré por completo el pleito que tendría con mis padres por la llama de Yenny.
Mi mente no hacía más que recordar aquel bochornoso momento y pensar en cómo vengarme de todo lo que me había hecho Paula.
Me pasé las horas así, cuando de pronto tocó el timbre de cambio de hora. Aproveché para consultar con Eva acerca de lo que podríamos hacer para que mis padres no recibieran la llamada de Yenny.
Sé que lo correcto hubiera sido que mis padres recibieran la llamada de Yenny y asumiera mi castigo.
No estaba dispuesta a eso así que preferí evadir el sentimiento de culpa y disfrutar cada momento.
Como siempre Eva tenía la solución, me ayudaba en todo, aunque yo ignoraba todo lo que hacía por mi.
Eva tuvo una esplendida idea, quedamos en que ella llevaría a mi habitación el teléfono mientras mamá pasaba largas horas frente a la computadora que le daba todo aquello que ella necesitaba por más imposible que fuera.
Todo estaba solucionado, le di un beso a la mejilla metálica de Eva y me dirigí hacia Fernando, que era nuestro profesor de matemática y le dije:
-¿Puedo cambiarme de sitio? Es que necesito ayudar a Sofía a resolver ejercicios de matemática.
Por supuesto que todo eso no era más que una excusa para cambiarme de sitio y estar al lado de una persona que me animara y hacía que todo sea más divertido.
El profesor respondió:
-Está bien, pero no hagan bulla.
Sabía que le profesor me daría permiso para cambiarme de sitio, quizás porque yo era su predilecta por resolver todo los ejercicios o simplemente porque no le daba suficiente importancia a si nosotros aprendíamos o no.
Solo le importaba dictar la clase y ya.
Dejé a Eva en mi anterior asiento y me senté al lado de Sofía, nos abrazamos y empezamos a hablar de nuestro tema favorito: chicos y vida social.
Nos dedicamos a hablar acerca de cómo llegaríamos a la fiesta o qué haríamos por la tarde.
Cuando el profesor nos llamó para resolver ejercicios en la pizarra, Sofía y yo cogimos mi cuaderno donde la noche anterior Eva había resuelto todos los ejercicios.
Nos dijimos a la pizarra y copiamos el ejercicio.
Estaba muy preocupada por todo el plan que haríamos por la tarde Eva y yo.
Cuando tocó el timbre de salida corrí desesperada por Eva, la tomé de la mano y me dirigí a casa sin despedirme de ninguna amiga.
De transcurso a casa pensaba en que todo saliese bien.
Si Yenny se daba cuenta de todo, estaba segura de que mi castigo sería más grave.
Llegamos a casa en diez minutos, Eva cogió el teléfono, lo subió a mi cuarto sin pérdida de tiempo alguno y el teléfono sonó al instante.
Muy nerviosa, le dije a Eva que levantara el auricular y contestara.
Mamá escuchó el timbre del teléfono y me preguntó:
-¿Quién es?
-Es solo una amiga del colegio. Seguro que necesita saber sobre alguna tarea- le dije.
Mamá no respondió nada más.
Todo salió como había sido planeado.
Yenny ni siquiera presentía que aquella voz que le había contestado sería Eva.
Sin más preocupaciones, encendí mi computadora personal. Inicié sesión en todas mis redes sociales. Le pedí a Eva que me calentara el almuerzo y me lo trajera.
Había gastado todas mis energías en pensar cómo vengarme de Paula y evitar la llamada telefónica de Yenny.
Cuando ya eran las once de la noche apagué todos los aparatos electrónicos y a Eva.
Me dormí pensando en cómo me vengaría de Paula.
De camino al colegio junto a Eva seguí meditando cómo vengarme de Paula y recobrar mi orgullo después de esa bochornosa situación.
Yo solo pensaba en soluciones tontas que se podían descubrir sin ningún ápice de inteligencia.
Como siempre, era sospechable quién tendría la solución. ¿Qué debíamos hacer? No sé, pero yo siempre acataba las medidas desesperadas tomadas por Eva.
Hasta donde yo sabía los robots eran tan perfectos que era imposible encontrarles una pizca de desacierto.
El plan era el siguiente:
Eva traería en la hora del recreo una botella de un ácido desconocido para mi inteligencia.
Íbamos a tirarle esa sistancia a Paula mientras Paula caminaba por el pasillo luciéndose (odiaba se comportamiento)
Esa sustancia tenía la propiedad de decolorar la ropa.
De esa forma me vengaría de Paula definitivamente.
Ella aceptaría que yo soy muy superior a ella. El tiempo en las clases transcurría lentamente.
Yo ansiaba más que fuera la hora del recreo y mientras tanto mi decisión de tomar venganza se reforzaba, sin testigos más que mi Eva, la compañera del reto.
Las clases parecían interminables, cuando sonó el timbre, tomé a Eva de la mano, fuimos a buscar al laboratorio la botella que contenía esa sustancia y nos dirigimos hacia el pasadizo.
Entramos al laboratorio, que estaba lleno de estantes donde habían muchas sustancias en botellas grandes de todo color.
Escogimos la botella de la sustancia indicada y nos dirigimos al pasadizo.
Vimos a Paula venir caminando con el paso de siempre, muy tranquila sin esperar ni percatar lo que pasaría.
Cuando se encontraba bajo nosotros, tomé la botella con un movimiento brusco la aventé con tanta furia encima de Paula.
Ella levantó la mirada y se dio cuenta de todo.
Eva intentó detenerme, pero accidentalmente un poco de sustancia cayó sobre sus circuitos.
Todo esto bastó para provocar un cortocircuito en ella y borrar toda la información de su memoria.
De inmediato llamé a mis padres, la recogieron y la llevaron a la compañía de robots.
Estuve esperando toda la tarde, necesitaba saber si aquella robot que me había protegido día y noche aún apagada volvería a ser la misma.
Cuando mis padres llegaron a casa me dijeron que habían logrado reconstruir a Eva, pero le cambiarían la memoria. La sustancia había descompuesto su tarjeta de memoria y le habían implantado otra.
Quizás ese insignificante robot para todos pero muy importante para mi había olvidado todo pero en mí quedaron todos aquellos recuerdos inolvidables.
Eva, la misma Eva no volvería jamás, pero en mi quedaba todo aquello que Eva había hecho por mí. Aún recordaba lo que habíamos hecho juntas; me di cuenta de que todo aquello que ella había hecho por mí, lo había hecho porque sentía lo mismo que yo por ella: amor y preocupación.
Sólo me queda recordar con nostalgia e impotencia, ahora solo quiero realizar todo aquello que ella quería que yo fuese.
Esa noche me acosté temprano, pensando en todo lo que haría los días siguientes sin Eva, mi compañera ideal, la gran amiga y confidente.
¡Para ti…con cariño!